A.MOR Y Patria. U Isa. El qué! Inés. Por qué lloráis? Isa. Es misino! Inés. Pero, acabad... sepa yo los motivos... Isa. Ay derail . Inés. Tan grande es el daño? Isa. Si. Inés. Hay remedio? Isa. Creo que no. Inés. Hablad, no seáis asi. Isa. Escucha, pues, mi tormento. Inés. Decid; pero... pasos siento... Isa. Será Ramiro? Inés. Quien sabe! Gran Dios! se llevó la llave... fué mucho su atrevimiento! ESCENA IX. Doña Isabel, Ramiro, Inés. Ram. No temas; soy yo. {á Isabel.) Tomad, (á Inés, dándola la ilavé.) Inés, que abusar no quiero por mas tiempo. Inés. Si, en verdad; la ultima vez caballero, sea que habléis. Isa. Despejad, (vase. Inés.) ' ESCENA X'. Doña Isabel, Ramiro. Isa. y te miro otra vez, DioAde clemencia! Ram. El amor que*me agobia, asaz cruel, es solo quien, me guia á tu presencia, y á pedirte perdón vengo, Isabel. Pon remedio á la herida que en mi pecho abrió tu encantadora seducción, sino quieres que en mil lavas deshecho rebiente miinílamado corazón. Dáme, pues, el amor que me j uraste ó mátame, angel mió, por piedad, y asi veré que con tesón me amaste hasta volar de aqui á la eternidad. Isa. De que grata emoción el alma llenas, tus palabras mitigan mi dolor, V circula mayor aun por rnis venas la pura llama que encendió tu amor. Ah! yo te adoro con fervor ardiente sinquepueda olvidarte, dulce bien, y mostrarte no puedo lo que siente mi pecho al escuchar tu Voz también. Ram. En ti mi porvenir, mi dicha fundo y al hablarte no sé que pasa en mí; eres ¡oh Dios! la admiración del mundo y es imposible el existir sin tí. Yo te miro, cual un angel, hermosa y á la par te venero con fervor; - ■ ah! tú no eres muger, solo eres diosa, que el cielo me dispensa en mi dolor. No dej es que infeliz así sucumba, tu amor dame, Isabel, tu amor y fé; y, aunque luego me esperé negra tumba bendiciéndote alegre espiraré; May ay! triste de mí, qué ya otro amante te espera mas felice en el altar. Isa. En amarte, Ramiro, soy constante. Ram. No pretendas mi mente alucinar! Isa. No prosigas, mi bien, cese el agravio, repara en el rigor de mi sufrir, y vé que la verdad mueve mi labio; telo juro ante Dios, no sé mentir. Aunque entre ambos el mundo se opusiera queriendo nuestro amor desvanecer, jamás en tal combate desistiera que valor no me falta, aunque muger. A mi padre le dije que te amaba y escuchó mis plegarias con desden, porque ofuscada su razón estaba por un secreto que olvidar es bien. Me dijo que el traidor que le vendiera delatando á D. Pedro su traición, eras tú; juzga pues mi pena fiera y el dolor de mi amante corazón. Ram. Quien mi honor empañó con esa mengua, por qué el traidor se oculta? Quién es? di; para sacarle su villana lengua, y porque mire la nobleza en mí. Isa. Tus injustos enojos desechaste, conoces cual te adoro, no es verdad? líbrame de esta union. Ram. Tú la aprobaste. Isa. Pero entonces no fué mi voluntad. Ram. Puesbien, si tú renuncias y amorosa me guardas tu palabra, sígueme; salgamos de esta casa, ven, hermosa, y, aunque sepa morir te salvaré. En ministro de Dios, esposa mia para siempre te hará,., ven. Isa. Oh dolor! y dejará mi padre!., úunca. (pausa.) Ram. Ereia que era verdad tu prometido amor! Mas ya que un desengaño doloroso le das por premio á mi pasión constante, á Dios te queda pues, y hazle dichoso tu mano dando al venturoso amante. Mas ay de él si le encuentra mi osadía y á esgrimir llego el relumbrante acero, le he de hacer conocer, por vida mia, cuanto vá de un villano á un caballero, (vase; Isabel se sienta.) ESCENA XI. Doña Isabel. En vano va tu esperanza corriendo tras lo imposible, encontrar quieres venganza, y el traidor es invisible, y tu furia no le alcanza. Jamás su cara el traidor puede mostrar descubierta, que basta de sí le dá horror, y solo tiene valor cuando la lleva encubierta. Hoy vá tu anhelo á morir, y yo á vivir desgraciada, ' que ya llego á descubrir un aciago porvenir que mi ilusión anonada. Y, cuanto mas.considero en mí futuro destino, mas y mas me desespero, porque del bien que imagino