SAN IJILARIO. cutí loilo , (iii las regiones extrema Jas de la Aquiiania en donde la predicación de la fe apenas tenia meiüo siglo de fecha, los antiguos errores vivían aun en el seno de las ciudades ó de las casas poderosas. La familia de Hilario , aimque noble, estaba afecta á la iilolatrn. K1 joven pagano fiié enviudo ii las llorecientes escuelas de las Galias , j después á Italia , á lin de que. ilicesan Gerónimo, la gravedad romana temperase algún tanto la riqueza y el brillo del genio de su patria. Entregóse con pasión álos estudios literarios que eompouian entonces los cursos de lodos atjiiellüs retóricos desprovistos de doctrina, á la gramática , á la declamación , y sobre lodo á ia poesía, liá- cia la cual conservó siempre el culto que le había dado cu su ju\enniil. Mas larde se sirvió, en provecho de la verdad crisii ma , del conoeimieiilo (¡iie habla adquirido de los poetas de la aniigüed.ul; lo cual movió á decir á san Agusiin , aludiendo á la liísloria hebrea , ([ue Hilario empleaba en la cons- irnccion del arca los tesoros quitados á los Egipcios. Enlreianlo, para un cs- ]>iriiugrave y elevado como el suyo, debía llegar ol momenio de la reflcxloM. Ni las leccloiiop de los solíalas , ni las tradiciones ya en decadencia de su infancia podían satisfacerle por mucho tiempo , y su alma ardiente neceaita- ba adberii'se á doctrinas vivas y sólidas: la meditación le conducía nalnral- incnleála le. El mismo nos lia dado cuenta de su conversión en algunas líneas que pudieran compararse con los mas bellos capiiiilos de las Confesiones dr san Agusiin. Vamos á traducir una parte , porque interesa sumamente el ver cual era en aquella época entre el paganismo y en medio de las (íalias, la situación de un jóven literato, distinguido , y por que dáñeosle venia ;i atacar el cristianismo, k Buscando yo con ansia, nos dice, cual es, siguiendo la inspiración (le la naturaleza y la doctrina de los sabios, el modo mejor y ma.s feliz de emplear la vida, miicbas cosas me parecieron en la opinión común baecria pariicnlarmenlo útil y apetecible; y entre loilas, las que ocupan y lian ocupado siempre el primer lugar en la estimación do los boiiibres, ia tranquilidad y la fortuna. Estas dos cosas son inseparables: la una sin la otra (ís antes una especie de mal que un bien , porque el reposo en la miseria es un género de destierro de la vida; y la opulencia Inquieta es tanto mas penosa en cuanto hace conocer mejor lo v]ue le falta. Pero si son nuestros supremos gocos , debemos confesar que nos son comunes con los seres privados de razón , y que poco difieren de los placeres del animal , que cuando anda errante por los anchos valles y entre abundosos pastos , goza también de la ausencia del trabajo y del deleite de la saciedad. Los hombres pues repelen esta semejanza , y la condenan , porque ia naturaleza misma les dice inslinliv amen le que es indigno de ellos el creerse nacidos únicamente para el apetito grosero y la pereza, el ere- erque no han sido puestos en este mundo para ejercitarse en las bellas acciones 6 en los trabajos útiles , y que (‘Sin vida no está dispuesta para un eterno porvenir. — ¿ Seria ella un lieneficio á Dios, si, ago- viada de males, se deslizase toda entre la ig-