— S GY-" Strabiui, Diodoro Siculo y Tito Livio por la destreza en manejar la honda, el áclide, especie de maza, y lanzar los dardos conocidos por sanniones y sudes. Desde niños los acostumbraban á este ejercicio, con especialidad á tirar proyectiles de piedra y glandes de plomo: cuéntase que las madres no les daban el alimento si no lo ganaban derribándolo del palo en donde se lo colgaban. Por esto los griegos llamaron á las islas Baleares de ballco, que significa tirar, arrojar. Las hondas de estos soldados se construían de pelo humano ó de cabra, crin de caballo, nervios retorcidos, y de vejetales como lino, esparto y de un junco flexible , denominado melancrena. La que servia para arrojar de lejos el proyectil se llamaba macrócoJon, y la destinada para herir de cerca bvachicolon. Los funditores llevaban las municiones de esta arma en unas al- forjillas colgadas del cuello. La organización de la infantería española en sus primitivos tiempos, según Suetonio, era por catervas ó divisiones de á 6,000 hombres, y Polibio y Strabon apuntan que la caballería montaba á la grupa parte de los peones, que al dar la carga echaban pié á tierra para ayudar al combate. Por la autoridad de Diodoro Siculo sabemos que nuestros compatriotas presentaban la línea de batalla en perfecta armonía con las dos armas, pues al decir de Tito Livio atacaban en figura de cúneo. Estas masas, tendidas en la primera línea de combate, dejaban los claros c orrespondientes para dar paso a las columnas ecuestres que formaban en la segunda. Los romanos adoptaron esta formación de los españoles, así como otras maniobras según lo confirma Arriano en su tratado de Táctica. Nuestra primitiva infantería no carecia de insignias, enarbolando como tales la Nébride, el Parnaso y el Océano. Al comenzar la batalla entonaban todos el Pœa7i ó himno de Apolo, despues los cantos guerreros que les componían sus poetas y augures, conocidos con los nombres de embactos y soldaros, recordándoles en ellos las glorias nacionales y las proezas de sus antepasados al compás del sonido que producía el golpeo de las espadas sobre las cetras (escudos) y el ruido de los piés, hiriendo alteraativamente el suelo. En resúmen , los españoles morian en campaña cantando alegres hasta los últimos momentos sus himnos triunfales, sin que se lo estorbara el dolor, al que siempre se hadan superiores. Y no eran solo los varones los que disfrutaban de estos privilegios, de aquel natural vigoroso, sus mujeres adquirian la misma fortaleza, y con un temple de abna admirable, preferían quitar la vida á sus hijos antes que estos cayeran en poder de los enemigos, ó verlos muertos primero que deshonrados.